ANORA PRINCESA de OTRO CUENTO

Sean Baker DESMITIFICA LA CENICIENTA Y PRETTY WOMAN CON LA STRIPPER DE MIKEY MADISON EN SU OBRA CUMBRE. PALMA DE ORO EN CANNES: POSIBLEMENTE LA MEJOR PELÍCULA DEL AÑO

- Janire Zurbano

Sean Baker cree que todo el mundo merece un final feliz. También sus protagonistas, sacados de esa Norteamérica marginal que convive con el distrito de la moda de Manhattan, los focos de Hollywood, los destellos de Disney World. Sin embargo, al director no le interesan los cuentos de hadas, sino las realidades ignoradas y prejuzgadas, y de ahí que no siempre haya perdices al final de sus historias. Por suerte, Baker jamás mira con cinismo a sus personajes y prevalece una caricia cariñosa, un regusto a esperanza. Lo vimos en Tangerine (2015) durante aquella Nochebuena junto a una prostituta trans por Santa Monica Boulevard; lo vislumbramos otra vez en un motel azul-rosáceo a las puertas del reino de Mickey Mouse en The Florida Project (2017); y lo volvemos a encontrar en Anora, flamante Palma de Oro en Cannes. "Todo el mundo tiene derecho a buscar su sueño", reflexiona Baker, sentado en una de las habitaciones del Hotel Maria Cristina durante el Festival de San Sebastián, mientras su perro corretea a nuestros pies: "Vivo en el país de la búsqueda del sueño americano, pero no todo el mundo tiene acceso a él. Algunas personas, por la razón que sea, tienen que tomar un camino diferente: tal vez trabajan en la economía sumergida o se mueven en los márgenes, pueden ser inmigrantes indocumentados o tener un estilo de vida estigmatizado". Son los cuentos, príncipes y princesas improbables que lo atraen.

Sobre estas líneas: Ani (M. Madison) e Ivan (M. Eydelshteyn), una veinteañera que sueña con otra vida y el niño rico que podría dársela, se casan en Las Vegas.