Rumbo Al Camino Amarillo

Judy Garland se hizo una estrella en su camino hacia Oz cuando aún era adolescente. En ese país más allá del arcoíris, sin embargo, también empezó su infierno, lleno de machismo, abuso sexual, explotación y pastillas para adelgazar.

- Charbelí Ramos Chávez

Tengo que hacerlo bien. Tengo que hacerlo bien”. Me digo todas las maña nas, cuando me están preparando para convertirme en Dorothy. Hoy, en especial, amanecí con la noticia de que Richard Thorpe no será más el director del filme. Ya habíamos sentido la tensión entre el estudio y él, que se materializó en unos días de descanso para nosotros, mientras MGM resuelve el asunto.

Yo no estoy precisamente de vacaciones. Igual sigo sin poder comer y, como no estoy trabajando, me entra una ansiedad brutal. A veces, cuando me dejan sin comer, uno de mis miedos más grandes es precisamente desmayarme, terminar en el hospital y que me quiten el papel. ¿Qué haría Dorothy? Me vendrían bien unos zapatos rojos mágicos que me dieran el poder de comer y no engordar. Tengo hambre. Todo el tiempo tengo hambre. A veces es tanto mi deseo de comer algo que no hay manera de concentrarme en otra cosa. Quizás el camino amarillo me lleve lejos, a un lugar donde nadie me vea, lejos de este set, de esta productora, de este mundo.

Me da pánico subir de peso. Ya me pasó. Cuando me tomaron las medidas para hacerme los vestuarios, era una talla, y cuando me los probé, me quedaban apretados. “Hay que mandarle a hacer otros”, dijo la vestuarista. Después llegó a oídos del señor Mayer la noticia de mi aumento de peso y me mandó decir que tomara café negro, comiera consomé de pollo y fumara, porque no puedo seguir engordando.