La ambición de las mujercitas

Greta Gerwig adapta y actualiza uno de los grandes clásicos literarios, y le da a Louisa May Alcott el final que siempre soñó.

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Han pasado 150 años desde que Louisa May Alcott, la segunda hija del filósofo Bronson Alcott, tomó su pluma y escribió esa historia “sobre mujeres” y “para mujeres” que le encomen dó el editor Thomas Niles. La tarea prometía ampliar su trayectoria como escritora y proporcionarle algo de dinero, pero también le despertaba muchas inquietudes. Después de todo, Louisa nunca había encajado en el molde de la feminidad convencional ni tenía mucha experiencia a la hora de hurgar en la mente de sus congéneres. “Nunca me gustaron mucho las chicas ni conozco muchas, excepto por mis hermanas”, escribió en su diario, “pero nuestros juegos excéntricos y experiencias podrían resultar interesantes, aunque lo dudo”.

Sus reservas, sin embargo, jamás podrían haber anticipado lo que se le vino encima. Una vez publicada en septiembre de 1868, la novela Little Women (Mujercitas) se convirtió rápidamente en un bestseller y le dio a la escritora de 36 años un estatus de celebridad. Su retrato doméstico de las –aparentemente– ficticias hermanas March, de su intimidad durante las precariedades de la Guerra Civil, conectó con los lectores gracias a la verdad que lo alimentó. Decidida a hablar de lo que ella conocía, Alcott se había inspirado en su propia familia –que incluía también a cuatro hermanas– para crear a Meg, Jo, Beth y Amy, adolescentes que a partir de entonces acompañarían e inspirarían a generaciones enteras de jóvenes lectores. “Es simple y honesto, pues nosotras mismas vivimos la mayoría del relato, y si triunfa será por eso”, se lee en los diarios de la autora.