¿CÓMO CANTA LA ARQUITECTURA?

Visitamos la casa de Alejandro Fernández y Karla Laveaga, un refugio de serenidad en Guadalajara.

- KATIA CONTRERAS

Hay momentos en la vida en los que la arquitectura deja de ser solo un espacio físico para convertirse en un refugio sensorial. Algo tan inmaterial como un susurro. En el trayecto hacia Jalisco, me encontré con esta reflexión mientras pensaba en la Casa Rosa, una joya de la arquitectura mexicana moderna diseñada por Andrés Casillas de Alba en 1978, y que hoy, después de una amplia reforma, es hogar de Alejandro Fernández y Karla Laveaga. La pregunta seguía resonando en mi cabeza: ¿cómo suena la arquitectura? ¿Qué melodía tocan los muros, las sombras que juegan con la luz, el viento que mece las hojas, los pasos que cruzan las habitaciones y la lluvia que se hace una con los espejos de agua?

La casa no solo responde a esta pregunta, sino que la plantea con su silencio. En cada rincón, transmite la esencia de Casillas de Alba marcada por el juego de las proporciones, la pureza de las líneas y el diálogo fluido entre los volúmenes geométricos y los espacios naturales. Como toda obra del arquitecto, discípulo de Luis Barragán, se centra en lo esencial: la experiencia humana de habitar el espacio.