Seguridad, Seguridad Y Seguridad En Los Aguardos

Cada vez que me acuerdo se me pone mal cuerpo. Un compañero de caza me contaba el terrible accidente sufrido por un amigo días atrás, realizando una espera. Os ahorraré los detalles, que podrían quitar la afición por las aguardos a cualquiera, descubriendo sólo la parte buena -la menos mala en realidad-, y ésta es que el compañero, pese a recibir en su cuerpo el impacto directo de una bala de rifle, sigue aquí para contarlo.

- IA Sánchez

He leído mucho so-bre las sensaciones percibidas por una persona que ha recibido el impacto de una flecha en un accidente de caza, y hace años hablé del tema largo y tendido en Estados Unidos con dos afectados directamente, compartiendo con uno de ellos largas jornadas de caza, años después del suceso. Tengo por ello bastante claro las sensaciones físicas y mentales que seguramente experimentaría quien tuviera la desgracia de sufrir tan horrible accidente, que, en el caso de la flecha es más, muchísimo más sobrecogedor a nivel mental (verte literalmente atravesado por una flecha de caza), que físico (dolor prácticamente nulo, apenas la sensación de un calambrazo).

De los impactos de bala también he leído algo, pero principalmente de militares e integrantes de las fuerzas del orden, y la cosa cambia sobremanera, y eso que los proyectiles utilizados generalmente para uso militar no están diseñados para hacer tanto daño como los proyectiles de caza. 

Los accidentes llevan ocurriendo, ocurren y ocurrirán en la caza toda la vida, exactamente igual que en cualquier otra actividad, exactamente igual que en la carretera, exactamente igual que en la obra, y exactamente igual que en el mar; pensar en su desaparición no es más que una quimera; ahora bien, evitar los evitables, que son muchos, que son la mayoría, es y debe ser una máxima, es y debe ser nuestro primer objetivo cada vez que salimos al campo, es y debe ser la absoluta prioridad cada vez que tocamos un rifle, es y debe ser lo que marque todos y cada uno de los pasos que damos cada vez que vamos de caza, y más aún en una modalidad tan particular como es el aguardo nocturno; a los resultados, a los jabalíes, aunque sea al más grande del mundo, que les vayan dando.