Los loros pueden ser tan listos como un niño pequeño y algunos viven hasta 80 años. Cantan, bailan, nos imitan y nos roban el corazón. Sin embargo, su popularidad los amenaza
Un loro ecléctico hembra lanza una mirada incrédula hacia la cámara. Aunque la mayoría de los machos son más llamativos que las hembras, estas ostentan un plumaje rojo cereza, en tanto que el macho tiene un color verde más discreto.
FOTOGRAFÍA ANTERIOR Pinceladas de colores intensos rodean el ojo del lorito de Edwards, que se alimenta de higos (así como de otros frutos, néctar y quizá insectos). Este sorprendente habitante de las selvas también vive a gusto cerca de los asentamientos humanos en Indonesia y Papúa Nueva Guinea.
A veces, el sonido de una cantante que calienta la voz cruza los aviarios del Parque de Aves del Río Umgeni. ¿Quién es esta prima donna? Molly, un loro hembra. Esta amazona frentiazul aprendió a cantar escalas de uno de sus dueños anteriores. Muchos de los loros en este centro de reproducción y zoológico en Durban, Sudáfrica, son rescatados de personas sin preparación para tener un ave grande y demandante. Los loros no solo son ruidosos y destructores; algunos son tan inteligentes como un niño de tres años y pueden vivir hasta ocho décadas.
Aun así, la atracción de tener loros –a quienes el ecólogo Stuart Marsden llama “los humanos del mundo de las aves”– puede ser irresistible. Estas aves, en extremo sociables e inteligentes, son capaces de crear lazos fuertes y significativos con sus dueños. No es coincidencia decir que los loros son las aves más populares de la Tierra.
Sin embargo, en algunos casos su popularidad los daña. A pesar de sólidos programas de reproducción en todo el mundo, muchos de ellos todavía son extraídos ilegalmente de sus hábitats naturales. Una de las razones son los grupos del crimen organizado que obtienen millones de dó- lares con el tráfico de animales, como elefantes y rinocerontes, y que han añadido los loros al catá- logo. El comercio ilegal de estas aves está descontrolado en América Latina y el Caribe, donde las leyes al respecto son laxas o difíciles de aplicar.
“En Estados Unidos, si compras un loro, las probabilidades de que haya sido criado en cautiverio son de 99% –explica el zoólogo Donald Brightsmith–, pero, si estás en Perú, Costa Rica o México, las probabilidades de que haya sido capturado en su hábitat natural son de 99%”.
La demanda de mascotas, la deforestación y la pérdida de sus hábitats son las razones principales para clasificar a los loros en estatus de peligro. Casi todas, salvo cuatro de las casi 350 especies, califican para protección según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).
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