Karl La Historia De Un Genio

Desde su infancia se forjó como un hombre diferente que desde entonces sabía que se convertiría en un personaje de fama mundial. Lo que intuyó en ese tiempo se convirtió en una realidad.

Maria Del Carmen Lopez

Karl Lagerfeld, 1960

El último desfile de moda de la colección Primavera-Verano 2019, era un presagio de que algo no estaba bien en la vida de Karl Lagerfeld. Virginie Viard a quien se refería como su “mano derecha e izquierda al mismo tiempo”, fue la encargada de cerrar el evento y explicó que su ausencia se debía a que estaba cansado, algo natural para casi cualquier humano, pero no para el Káiser de la moda quien pensaba que lo mejor siempre estaba por llegar, “si uno va a descansar sobre sus laureles es mejor retirarse”.

Y así fue. Con la noticia de que había muerto en el Hospital Americano de París, en la comuna de Neuilly-sur-Seine, se abrieron las páginas de su historia, esa que él nunca estuvo interesado en escribir, porque prefería vivir en el presente que detenerse en el pasado, por bueno que éste hubiera sido.

Karl Otto Lagerfeldt (su papá le quitó la “t”).

“¡ESTOY AQUÍ!”

Esta frase que repetía cada vez que finalizaba uno de sus desfiles de moda parecía un grito desesperado desde que era niño; vivió en Hamburgo, Alemania, al lado de su familia conformada por sus hermanas Thea y Martha Christiane, y sus padres Otto Lagerfeldt (su padre quitó la “t” para que sonara “comercial”) y Elisabeth Bahlmann; él, un empresario dedicado a la elaboración de leche condensada y ella una violinista experimentada.

Creció en un ambiente privilegiado en tiempos de guerra y desde muy pequeño supo que era diferente; en el reportaje de DW Documental habló sobre la manera en que buscaba singularizarse en la escuela a través de la ropa que usaba y la forma en que llevaba el cabello, siempre largo a diferencia de sus compañeros.

Pero independientemente de las prendas y el cabello, su apariencia le resultaba incómoda a su madre quien hacía comparaciones poco afortunadas sobre su físico: “Siempre me decía que tenía los orificios de la nariz bastante grandes y que debíamos buscar a un tapicero para que me confeccionara cortinas para la nariz y de mi cabello color caoba solía decir ‘pareces como un armario antiguo’. Yo tenía los labios tan rojos que una vez un maestro me los restregó porque pensaba que me los había pintado. Mi madre, escandalizada, escribió una carta diciendo que no estaba permitido actuar así”, recordaba Lagerfeld.

Aunque cuando se refería a ella lo hacía con veneración y total afecto, lo cierto es que la dureza con la que lo trataba influyó para forjar su carácter; se decía heredero de su lengua viperina y agradecía que lo hubiera entrenado para tener una mente ágil e inteligente; solía recordar que su madre lo obligaba a dar respuestas hirientes y si se tardaba en hacerlo lo castigaba con una bofetada.

“Cuando era niño le pregunté a mi madre qué era la homosexualidad y ella me dijo que era como el color del pelo. ‘Hay gente rubia y gente morena’. Demuestra una actitud muy positiva al respecto”. Karl Lagerfeld

Si una parte positiva tuvo su dureza, fue que cuando niño su madre se empeñó en que aprendiera a tocar el piano y lo intentó durante un año, pero estaba claro que ésa no era su vocación. Un tanto harta de la situación le cerró la tapa del instrumento sobre sus dedos y le dijo: “Dibuja, eso hace menos ruido”.