80 AÑOS DEL FIN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Desde hace ya muchos años las efemérides conforman y canalizan nuestro modo de mirar al pasado. A un tiempo acicate y coartada, la conmemoración de grandes eventos concita la confluencia de investigadores y publicistas, con intereses muchas veces dispares.

- RAFAEL NÚÑEZ FLORENCIO

Es indudable que el paso del tiempo, la perspectiva histórica, cambia nuestra visión del ayer pero no siempre hasta el punto de justificar una avalancha de publicaciones que presumen de originales o reveladoras de aspectos inéditos. Sin olvidar, por otro lado, que no todos los acontecimientos históricos pueden ser juzgados con el mismo rasero.

La Segunda Guerra Mundial, de cuya finalización se cumplen ahora ochenta años, presenta como hecho histórico dos rasgos que justifican sobradamente la atención intelectual y mediática. En primer lugar, no es solo un evento decisivo sino el más trascendental del siglo XX, con una proyección indiscutible sobre el nuevo milenio. Pero, en segundo término, las ilusiones que pudieron albergarse en la década de los noventa, tras el fin del equilibrio de terror del mundo bipolar —el tan manido «fin de la historia»—, se vinieron abajo de modo estrepitoso en nuestro actual tablero geopolítico, que nos devuelve a un desorden de escalada armamentística que creíamos superado. La invasión rusa de Ucrania es la muestra última —pero no la única— de que estamos en un mundo más inestable y peligroso.