Una amistad RECARGADA

En honor a un nuevo ciclo que comienza voy a compartirles una experiencia que me enseñó mucho acerca del tipo de persona que soy, de mi capacidad de amar, perdonar y del valor que tiene para mí una verdadera amistad la amistad

- Briseida Ibarra 

Una vez más el año parece a ver transcurrido en un parpadeo, regresamos a esa temporada la que las celebraciones nos ponen melancólicos y nos invita a reflexionar sobre lo que vivimos durante los pasados doce meses; tanto los éxitos como las fallas. En lo personal, me resulta un ejercicio continuo que me permite entender el lugar que tiene cada persona en mi vida y agradecer tanto a los que permanecen como a los que han salido de ella.

Cuando en una conversación se menciona el término “relación tóxica” todos inmediatamente visualizamos una situación romántica, pero los que como yo han tenido amistades tan largas como la mitad de su vida entenderán que al igual que en las relaciones amorosas, las amistades también sufren de celos, diferencias, tiempos fuera y de vez en cuando, de separaciones irreconciliables.

Fue durante la increíble y a la vez tormentosa época de la secundaría que conocí a la que se convertiría en mi compañera de aventuras, y aunque me encantaría decirles que se dio una conexión instantánea la realidad es que me tomó un par de experiencias el bajar la guardia y permitirme descubrir todas las cosas que esa increíble persona llevaba en su ser.

Ella ha sido testigo de mis peores decisiones y aun cuando no siempre entendía mis motivos su mirada jamás me juzgó, y sus palabras, aunque por lo general de aliento, no dudaban en hacerme saber cuándo algo no le parecía o cuando actuaba como una malcriada. Me protegía en silencio de todos, pero lo más importante: me protegía de mi misma, porque sabía que nadie me lastimaba más que mi tendencia al autosabotaje y mi entonces deficiente autoestima.