MARCA PROPIA

ENFUNDADA EN LA COLECCIÓN CRUCERO QUE LOUIS VUITTON PRESENTÓ EN AVIGNON, LA CREADORA DE CONTENIDO PONE EN PRÁCTICA LA PREMISA QUE LA HA CONVERTIDO EN UNA EXCEPCIÓN: BUSCAR LA AUTENTICIDAD ANTES QUE EL 'LIKE'.

- LAURA GARCÍA DEL RÍO

Vestido con pliegues drapeados, botas 'Talisman' y anillos con diamantes, todo de Louis Vuitton. En la otra página, suéter de punto bicolor con cuello barco y motivo de llamas, falda larga con paneles en arco y anillos tipo sello, todo de Louis Vuitton.

Cuando Louis Vuitton decidió orquestar su desfile crucero en Avignon, este mayo, estaba apuntalando una visión en la que las coordenadas geográficas siempre hilvanan con la narrativa de la colección. Si en la casa de Bob Hope jugó con el mix de elegancia y brutalismo y en el MAC de Río de Janeiro habló de estructura y movimiento, cuadraba que ahora eligiera la ciudad a orillas del Ródano para mostrar una propuesta inspirada en el heraldo medieval, Excalibur, el rey Arturo y la Dama del Lago.

La enseña convirtió el Cour d'Honneur del Palacio de los Papas en una pasarela por la que desfilaron capas, chaquetas con intarsia que guiñan a los escudos de armas, chalecos de jacquard, blusas lavallière, mallas metálicas y vestidos bordados –algunos con hasta 3.000 horas de trabajo manual– que recreaban los frescos del palacio. Nunca se había hecho algo así. Sólo hubo 450 invitados.

Abrigo capa con diseño de un solo hombro, minifalda a juego, botas con apliques metálicos y anillos sello, todo de Louis Vuitton.