LA ESENCIA DE RAMÓN J. SENDER

El lector que se asome a estas páginas, primer tomo de las obras completas de Sender, verá cómo la propia experiencia convive con acontecimientos clave de la historia española. En Imán (1930) va más allá del relato de la guerra de Marruecos en la que participó como soldado de reemplazo y construye un protagonista fugitivo que asiste al espectáculo del desastre de Annual y se erige en arquetipo del héroe inocente ante el horror bélico. Mr. Witt en el Cantón (1936) recrea el romance entre un aventurero de salón inglés y la española Milagritos, con los episodios de la Cartagena cantonal como telón de fondo (por ella obtuvo el Premio Nacional de Literatura). Ya en el exilio publicó Réquiem por un campesino español (1960), sobre la tragedia de Paco el del Molino en plena guerra civil y la conciencia culpable del párroco. De la edición de estas obras se ha encargado Juan Carlos Ara, del cual se reproduce, por cortesía de Biblioteca Castro, un extracto de la introducción al libro.

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Nació con el siglo y terminó siendo su aventajado cronista. Porque Ramón José Sender Garcés (Chalamera de Cinca -Huesca-, 3-II-1901; San Diego -California-, 16-I-1982) no solo fue testigo de los acontecimientos terribles de la vigésima centuria sino que acertó a fabularlos en novelas inolvidables. Las tres esenciales que les ofrece acá la Biblioteca Castro (Imán, Mr. Witt en el cantón, Réquiem por un campesino español) en este primer volumen deben ser consideradas como auténticos monumentos literarios, como libros que combinan historia y ficción gracias a la tenaz labor de un fabuloso cronista. O, mejor, de un cronista fabuloso que dejó por escrito lecciones de historia y literatura en puñados y puñados de páginas.

Sin embargo, el lugar de Sender en la historia de las letras españolas sigue sin estar bien delimitado, tal vez porque el autor aragonés escribió durante más de cuarenta años a destierro y a destiempo [...] De ahí que algo, y aun mucho, haya que decir de un novelista que no carece de lectores contumaces, de reediciones continuas, de traducciones a un holgado número de idiomas y, paradójicamente, de críticos que una vez sí y otra también señalan al autor de Imán como integrante del olimpo novelístico español, junto a Miguel de Cervantes, Benito Pérez Galdós y Pío Baroja. No deberían faltar cálculos y razones para tamaña elevación, y se nos ocurre que el más sobresaliente de ellos (quizá por ser el de mayor calado) pasa por que la escritura de Sender alcanzó a recorrer la realidad de su tiempo con idéntica clarividencia que la de Cervantes, Galdós y Baroja respecto de los suyos.