La transformación de la vieja nación de los zares en un Estado federal comunista culminó el penúltimo día de 1922, de modo que 1923 se estrenó con la aparición de una nueva entidad llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Pronto Stalin sería su nuevo hombre fuerte.
La recién nacida URSS ocupaba la sexta parte de las tierras del planeta, y entre su límite oriental y el occidental mediaban diez horas de diferencia. Sus habitantes habían venido padeciendo los rigores sucesivos de una Revolución y una guerra civil implacables, sumidas ambas –por si fuera poco– en el ámbito atroz de la Primera Guerra Mundial. Finalmente, se habían impuesto los soviets. Recordemos que soviet equivale a consejo o comité, de modo que el nuevo nombre de Rusia proclamaba que el país se gobernaría desde el interior de la masa social. Pero a la vez silenciaba el hecho de que aquellos comités para los que se reclamaba todo el poder estaban vigilados y controlados por miembros mayoritarios (bolcheviques) del Partido Comunista, quienes se arrogaban el sagrado cometido de educar y conducir a las masas proletarias hacia su paradisíaco destino final. El futuro era la zanahoria que colgaba sobre el hocico del pueblo, la anhelada causa por la que valía la pena sacrificar el presente.
Todas las revoluciones se hacen en nombre del futuro y todas se deshacen cuando el futuro llega. Los soviets no dirigían el Estado soviético: eran los bolcheviques quienes dirigían a los soviets, a las diversas Repúblicas y al Estado en su conjunto. El Partido, dotado de las prerrogativas de un papa medieval, no podía equivocarse. Si el comisario político hacía una propuesta, todos sabían de dónde emanaba y también sabían que el comisario del soviet vecino haría la misma proposición a los suyos. Las decisiones del Partido eran terminantes e indiscutibles porque cualquier oposición (e incluso matización) significaba señalarse peligrosamente.
UN ESTADO POLICIAL
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La gran variedad de sus actividades y asociaciones y su capacidad para describirlas vívidamente por escrito valieron a este militar, arqueólogo y escritor británico su fama internacional como Lawrence de Arabia.
¿UNA VENGANZA INJUSTA? - LA LEYENDA NEGRA
Sin duda, los Borgia han sido una de las dinastías más odiadas de la historia. No hay escándalo que no se les haya atribuido: orgías, incesto, hijos ilegítimos, nepotismo, sobornos, envenenamientos, etc. Aunque no fueron personas de conducta irreprochable, muchos de los rumores que aúr circulan sobre ellos son exageraciones o simples invenciones, según los historiadores contemporáneos. La leyenda negra, que se consolidó cuando Alejandro VI murió, fue la venganza de unos enemigos que en vida de los papas Borgia no consiguieron derrocarlos.
MECENAS DE ROMA
Alejandro VI entendió el valor político del arte y su actividad fue muy productiva en cuanto a mecenazgo artístico se refiere. Puso su atención en la defensa y el embellecimiento de Roma.
POR TODOS LOS FRENTES ENEMIGOS
Durante el Renacimiento, Italia estaba fragmentada en territorios en constante conflicto. La búsqueda de poder implicaba el uso de cualquier medio, desde armas hasta arte, especialmente contra los influyentes Borgia. Su práctica de nepotismo, aunque no inédita, provocó conflictos con las principales familias nobles italianas.
LUCRECIA ?VILLANA O PEÓN DEL DESTINO?
Históricamente difamada, ha sido recientemente reevaluada. No fue ni ninfómana, envenenadora, ni incestuosa, sino la hija de Alejandro VI, instrumentalizada en juegos de poder. Inteligente y bella, su reputación fue moldeada por las complejas dinámicas de los notorios Borgia.
PRIMUS INTERPARES CESAR
César Borgia, hijo destacado de Rodrigo Borgia y conocido como el duque Valentino, se distinguió por su ambición y habilidades militares, a pesar de ser inicialmente destinado a la carrera eclesiástica por su padre. Su verdadero interés estaba en la conquista militar, utilizando la influencia y recursos del Vaticano para intentar establecer un Estado en el centro de Italia. Bajo el auspicio de Alejandro VI, alcanzó notable éxito, pero tras la muerte de su padre, perdió todo, incluida su vida.
EL FRUTO DEL PECADO - LOS DESCENDIENTES
Alejandro VI tuvo varios hijos con distintas amantes, a pesar del celibato eclesiástico. Entre ellos, Lucrecia fue la última de la dinastía romana, mientras que la progenie de su hijo Juan continuó el linaje de Rodrigo Borgia en Valencia, su tierra natal.