¿Comprar reconforta?

El dinero no es la felicidad pero, sin duda, contribuye a aliviar el estrés y a levantar el ánimo, incluso temporalmente. ¿Acaso las compras terapéuticas son un pretexto sofisticado para comprar o sí funcionan? Asri Jasman investigó el tema.

“Cuando compro, el mundo mejora. Pero luego deja de estarlo y tengo que hacerlo otra vez”, confiesa Rebecca Bloomwood en Confessions of a Shopaholic después de ser humillada en una entrevista en vivo –por televisión– debido a sus intentos por eludir a un cobrador.

La película de 2009 dramatiza (a un grado inverosímil) el acto de comprar, o mejor dicho, comprar de más. Para empezar, Bloom tiene varias tarjetas de crédito, incluso una de ellas congelada en un bloque de hielo en caso de emergencias. Curiosamente, consigue un trabajo como columnista para una revista de finanzas y redacta consejos económicos mientras batalla con sus propias adversidades.

Pero como revela Bloom a los miembros de Compradores Anónimos sobre su afición por gastar por encima de sus posibilidades: “Cuando compras, experimentas una alegría particular, solo eres tú y tus compras”. Idílico, tal vez, pero suena terapéutico. Casi cualquiera, a quien comprar le resulte mínimamente placentero, se puede identificar con esta descripción.